Fieles a atardeceres que no volverán, se empezaba a desvanecer el alba y nadie sabía que haría ese día. Otro día más en la senda del misterio, del misterio por una vida incierta, plagada de obstáculos y lágrimas que enloquecen el camino.
Las sonrisas fugitivas que me recorrieron el cuello. Me hablabas de amar, de amar sin condiciones ni rarezas, con muestras constantes de amor, con huellas en el corazón por la grandeza del sentimiento.
Eran las tres, me llamaste diciéndome que volvías, que volvías a caer en las tentaciones de la noche, que te arrepentías, por haber fallado una vez más, una vez más que me hiciste caer. Sin morfina, sin aviso, sin respiro.
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