sábado, 3 de noviembre de 2012

triste pero cierto.

A veces las tristezas tienen que ver con las personas que se van y eso duele. En esos momentos juramos no volver a encariñarnos con nadie más y desde que conocemos a otros especiales olvidamos esa promesa que nunca llegaremos a cumplir. 
Y así es cómo vamos dejando huellas en el corazón de las personas y cómo éstas, a su vez, dejan huellas en el nuestro. Cuando alguien se va lloramos porque el corazón nos pide a gritos esas lágrimas, esas pataletas, para aliviar un poco el dolor que estamos sintiendo. 
Pero nos damos cuenta de que las lágrimas no son suficiente, muchas veces nos cansamos hasta de llorar, otras tantas los ojos se nos hinchan y se quedan tan secos que no los podemos ni cerrar. Tantas veces me ha pasado eso, el dormirme llorando y levantarme con los labios y los ojos hinchados que ya no las puedo ni contar. Pero ha llegado el punto en que esto se queda corto, necesito sentirme viva y para ello sólo puedo recurrir al dolor. Si, dolor físico porque mental ya no puedo soportarlo más. 

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